
Cuando un escolar agrede a otro con un arma blanca, arriesgando causarle la muerte, se hace evidente una de las máximas fundamentales de la convivencia en sociedad: no deberíamos hacerle daño a otros seres humanos.
Pero ¿qué tan obvio es esto en el día a día?
Este hecho puntual, lamentablemente, no es una acción aislada ni espontánea. Cuando un estudiante ataca a otro con un arma blanca, estamos ante la consolidación de patrones de comportamiento que se han ido naturalizando hasta convertirse en norma. Es la expresión extrema de una incapacidad —o falta de voluntad— para resolver los conflictos a través del diálogo.
Pero vayamos un poco más profundo. Estos hechos, que sin duda nos conmueven e impactan, también son síntomas de una forma de convivir que hemos construido: una herencia del modelo neoliberal que impregna todos los aspectos de la vida cotidiana.
En primer lugar, un ataque como este es una muestra evidente de cómo se prioriza la satisfacción individual por sobre la existencia del otro, a quien se percibe como un obstáculo que debe ser eliminado. Esto se manifiesta a diario, de múltiples maneras y en distintos niveles; pero el principio es el mismo: estoy dispuesto a anular al otro para obtener lo que deseo, aunque implique recurrir a la mentira, el descrédito o a la violencia.
En segundo lugar, asistimos a una pérdida de sentido de las responsabilidades colectivas. ¿Qué elementos del entorno permiten que la violencia se incube? La violencia es un germen: necesita condiciones específicas, se alimenta, crece hasta hacerse visible y escandalosa. Si no somos capaces de observar y confrontar con decisión los múltiples factores que la alimentan —y que muchas veces elegimos ignorar—, entonces no podemos sorprendernos. Si en los medios, en los debates públicos, en las declaraciones de nuestras autoridades, en los videos que compartimos o en los discursos que replicamos, la violencia es normalizada, y ante eso guardamos un silencio cómplice, no nos asombremos cuando volvamos a ver en los titulares hechos de sangre que nos golpean y nos duelen.
Pablo Cifuentes Vladilo
Presidente Frente Amplio Magallanes